Ensalada César con Churros Crujientes

  • Porque si algo funciona, lo mejor es arruinarlo con masa frita y azúcar
  • Una receta pensada para ofender tanto a italianos, como a nutricionistas y a tu abuela

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Raciones: 4 personas normales o 1 influencer en directo
Tiempo de preparación: 35 minutos + 3 días de terapia
Dificultad: Psicológica

Ingredientes:

Para la ensalada César tradicional:

  • 1 lechuga romana (fresca o arrepentida)
  • 100 g de queso parmesano (raspado directamente de un bloque o de tu cuenta bancaria)
  • 2 filetes de anchoa (opcional, pero moralmente cuestionable)
  • 1 huevo (mejor si tiene crisis de identidad)
  • 1 diente de ajo (que no haya firmado consentimiento)
  • 1 cucharadita de mostaza de Dijon (o de Mostaza de Segovia si quieres sabotear todo)
  • 1 cucharada de jugo de limón (recién exprimido o bajado de TikTok)
  • 100 ml de aceite de oliva virgen extra dramática
  • Sal y pimienta al gusto, pero no al buen gusto

Para los churros crujientes:

  • 250 ml de agua
  • 100 g de mantequilla (o sudor de unicornio)
  • 150 g de harina
  • 1 pizca de sal
  • 2 huevos grandes, o tres si estás inseguro
  • Aceite para freír (idealmente del que no prende fuego a tu cocina)
  • Azúcar y canela para espolvorear (porque claro que sí)

Preparación:

1. Haz la ensalada como si todo tuviera sentido.
Lava la lechuga con culpa. Sécala con una centrifugadora de ensaladas o bailando sobre ella con los pies limpios. Trocea y resérvala en un bol amplio, tipo piscina para hámsters.

2. La salsa César, o cómo perder amigos.
En un recipiente mezcla: ajo machacado, mostaza, limón, y anchoas como si fueras a invocar algo. Añade la yema del huevo (separa la clara con cara de concentración). Bate mientras echas el aceite como quien chantajea a alguien: lento y amenazante. Añade sal y pimienta como si tu suegra te estuviera mirando.

3. Ahora, los churros, porque ya es tarde para arrepentirse.
Hierve agua y mantequilla en un cazo. Añade la harina de golpe, como tus traumas, y remueve hasta que se forme una masa pegajosa y existencial. Retira del fuego y añade los huevos uno a uno, removiendo cada vez como si te estuvieras ganando el perdón de alguien.

4. Freír: el verbo favorito del colesterol.
Con una manga pastelera (o una bolsa del súper con agujero), forma churros pequeños sobre el aceite caliente. Fríe hasta que estén dorados como las ideas malas. Escúrrelos sobre papel absorbente y espolvorea azúcar y canela, porque obviamente esto es un postre… servido con lechuga.

5. El montaje: la blasfemia final.
Coloca la lechuga como si fuera una cama de hospital. Baña con la salsa, añade lascas de parmesano con gesto de chef frustrado, y corona con los churros crujientes como si eso tuviera sentido.

Sugerencia de maridaje:

Un batido de bacon, un vermut de tomate frito o simplemente lágrimas.

Consejos:
  • No avises a tus invitados del contenido. Observa sus rostros y graba sus reacciones para contenido viral.
  • Ideal para cenas donde nadie te cae bien.
  • No apto para humanos con criterio.

Aviso: Sátira 100%. Hechos 0%. Cualquier parecido con la realidad es un chiste. No es información, es humor. Ríe, duda y no pidas la factura. Si se parece a la realidad, es culpa de la realidad. Cualquier coincidencia es casualidad… o karma.


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