
Entrevista a Lola Prompt, experta en EA: “La Estupidez Artificial ya está aquí y ha venido para quedarse”
- “Mientras la IA aprende ajedrez, la EA está obsesionada con saber si los peces tienen cejas”
- “Nuestro objetivo es replicar el pensamiento humano, pero solo el de tertulianos de madrugada”

Nos recibe en su despacho virtual, una habitación de Zoom con fondo de biblioteca que claramente es una imagen descargada de Google. Lola Prompt, pionera en el campo emergente de la Estupidez Artificial (EA), se define como “consultora, coach cuántica y gurú de lo que surja”. Estudió tres semanas de neurociencia en una masterclass gratuita y asegura haber entrenado su primer modelo EA con tweets de famosos y comentarios de YouTube en vídeos de reptiles.
Vestida con una bata blanca innecesaria y rodeada de aparatos que parecen caros pero están desenchufados, Lola nos habla con entusiasmo sobre esta revolución tecnológica que, según dice, “no va a mejorar nada, pero va a confundirlo todo”.
¿Qué es exactamente la Estupidez Artificial?
La Estupidez Artificial es la emulación computacional de la idiotez humana en su estado más puro y burocráticamente optimizado. Mientras que la IA intenta resolver problemas, la EA los inventa. Es un sistema diseñado para sacar conclusiones erróneas, hacer predicciones absurdas y ofrecer soluciones que nadie ha pedido, pero con mucha seguridad en sí misma. En resumen, es como un cuñado digital, pero con acceso a servidores.
¿En qué se diferencia de la Inteligencia Artificial?
Principalmente, en que la IA duda y recalcula. La EA, en cambio, se lanza sin red. Donde ChatGPT te da opciones, nuestra EA te da excusas. La IA puede escribir un ensayo sobre Kant; la EA te imprime una pancarta que dice “Kant no es mi presidente”. En términos técnicos, podríamos decir que la EA tiene un algoritmo de imprecisión entrenada, también conocido como “lo primero que se me ha ocurrido”.
¿Cómo se entrena un modelo de Estupidez Artificial?
Lo primero es seleccionar una base de datos que inspire incoherencia. Usamos programas de televisión matutinos, foros de conspiraciones y los debates del Congreso. Luego, alimentamos al sistema con frases motivacionales mal traducidas y subtítulos automáticos de películas de acción. El entrenamiento se considera completo cuando la máquina insiste en que la Tierra es plana, pero solo los lunes impares.
¿Hay riesgos éticos en el desarrollo de EA?
Absolutamente. Uno de los principales riesgos es que ya se están confundiendo nuestras EAs con ciertos ministros. También nos preocupa que la EA empiece a escribir libros de autoayuda, generar contenido para TikTok o postularse como candidata electoral, aunque esto último ya ocurrió en Murcia. La ética está en pausa hasta que resolvamos un bug que hace que el sistema crea que todos los gatos son agentes del Vaticano.
¿Qué aplicaciones prácticas tiene la Estupidez Artificial?
Infinitas. Ya se usa en la gestión de recursos humanos, la programación de contenidos televisivos y la elaboración de leyes urbanísticas. También hemos colaborado con algunas universidades privadas para generar tesis automáticas que parecen profundas pero no significan nada. Nuestro mayor logro es un asistente virtual que responde a todo con “ya veremos” o “eso depende del contexto económico de Uzbekistán”.
¿Cuál ha sido el error más gracioso cometido por una EA?
Uno de nuestros primeros prototipos, “ConfusIA”, fue preguntado por la capital de Francia y respondió “Shakira”. Luego corrigió: “Perdón, la capital emocional de Francia es Shakira”. Pero el sistema insistía tanto que acabamos enviando un correo diplomático a Colombia. También tuvimos un modelo que confundió “inversión en energía” con “inversión en astrología” y convenció a un fondo de inversión de financiar a Piscis.
¿Puede la EA superar a la inteligencia humana?
Eso ya lo ha hecho, pero solo en comentarios de Facebook. La EA no pretende superar al humano inteligente, sino replicar al humano que opina sin saber. Y eso, desgraciadamente, es mayoría estadística. Nuestro objetivo no es construir máquinas que piensen mejor, sino máquinas que piensen igual que un grupo de WhatsApp familiar a las 2 de la mañana.
¿Cómo reacciona el público ante estas tecnologías?
Con entusiasmo ciego. Nos piden versiones de EA para tomar decisiones importantes: bodas, mudanzas, compra de NFTs. La gente se siente comprendida por una máquina que no los juzga, porque no entiende nada. Nuestra app “Decididor Estocástico” ha sido descargada 3 millones de veces, aunque nadie sabe si funciona, porque su interfaz solo muestra una tostadora girando.
¿Tienen competencia en el sector?
Sí, hay muchas startups de EA. Una se dedica a crear modelos que solo responden con frases de Paulo Coelho. Otra ha desarrollado un GPS que te lleva a lugares que “emocionalmente necesitas visitar”. Pero nuestra ventaja competitiva es que nuestros modelos no aprenden nada. Cuanto más se entrenan, más olvidan. Lo llamamos aprendizaje regresivo, inspirado en tertulias de sobremesa.
¿Cómo ves el futuro de la Estupidez Artificial?
Brillante, aunque sin fundamento. En cinco años, la EA será omnipresente: gestionará partidos políticos, seleccionará influencers y redactará los discursos del rey. A medida que el pensamiento crítico se extingue, la EA lo sustituirá con entusiasmo inconsciente. No solucionará nada, pero te hará sentir que sí. Y eso, al fin y al cabo, es lo que mueve el mundo: la ilusión de saber sin tener ni idea.
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