Funda el Primer Gimnasio Escape Room. No Sales Hasta Perder 10 kilos

  • La experiencia fitness definitiva que combina sudor, claustrofobia y la dulce presión social ha llegado a España.
  • Aquí no hay cuotas mensuales ni clases de zumba. Aquí entras gordo y sales libre… o no sales

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En un polígono industrial de Alcorcón, entre un taller de lunas para coche y un almacén de piensos, ha abierto sus puertas “SlimExit”, el primer gimnasio escape room del mundo, donde los clientes no pueden salir hasta perder al menos 10 kilos o, en su defecto, desmayarse tres veces seguidas.

El fundador, Bruno Mantecón, un exentrenador personal y actual gurú del “fitness carcelario”, afirma que su idea es “revolucionar el concepto de vida sana a base de secuestro voluntario”. Según explica, el local cuenta con puertas electrónicas que se bloquean automáticamente en cuanto el socio entra. “Aquí no hay cuotas mensuales ni clases de zumba. Aquí entras gordo y sales libre… o no sales”, declara, mientras calibra una báscula que parece más una máquina de juicio divino.

Circuito de tortura saludable

La experiencia arranca con un “calentamiento de supervivencia”: los clientes deben atravesar un laberinto de cintas de correr en pendiente que nunca se apagan. Después, se les guía hasta la “sala de pesas de pánico”, donde los discos están atornillados para obligarles a hacer repeticiones hasta que su voz suene como la de un fumador de tres cajetillas diarias.

En el “nivel intermedio” se encuentra la sala de sauna y acertijos: el calor llega a 60 grados y la única manera de apagarlo es resolver crucigramas con definiciones como ‘músculo que te duele ahora mismo’. El final del recorrido es una piscina de natación infinita, con una cinta mecánica bajo el agua que avanza en sentido contrario, conocida como “la prueba de la desesperación líquida”.

Mantecón insiste en que se trata de un espacio seguro: “El 85% de nuestros clientes ha salido vivo y, de esos, la mayoría vuelve… por error”.

Testimonios de supervivientes

Leticia Prados, una madre de 38 años, entró para “perder unos kilitos de boda” y salió tres semanas después hablando fluidamente en latín, “porque en algún punto se me cruzaron las neuronas del hambre”. Asegura que, aunque le duelen músculos que no sabía que existían, está satisfecha: “No reconozco a mis hijos, pero me caben los pantalones de la adolescencia”.

Otro cliente, Paco “el Rápido” Segovia, no pudo completar el reto: “A los cinco días me declaré rehén de mí mismo. Me sacaron en camilla, pero en mi ficha ponía ‘fracaso’, así que igual vuelvo para aprobar”.

Reacciones sociales y legales

El Ministerio de Sanidad ha abierto una investigación para determinar si SlimExit infringe alguna ley o si, técnicamente, se considera “actividad deportiva extrema con aroma de secuestro”. La Asociación de Abogados por la Libertad Física ya ha solicitado que se incluya esta práctica en el catálogo de “formas no convencionales de perder peso”, junto al divorcio y mudarse sin ascensor.

En redes sociales, el concepto ha polarizado a la población. Algunos lo aplauden como la solución definitiva a la obesidad, mientras otros critican que “no todo el mundo tiene tiempo para estar encerrado semanas, hay que recoger a los niños del cole”.

Mantecón, ajeno a la polémica, ya planea su próxima expansión: “SlimExit Kids, para que los niños pierdan grasa y la PlayStation en el mismo proceso. No es cruel, es futuro”.


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