Stranger Tuppers, Nunca Abras el Tupper del Lunes

  • Cuando la nostalgia ochentera se mezcla con el olor a pescado pasado
  • Una oda televisiva al miedo doméstico, donde la verdadera amenaza es la flora bacteriana

Sé Cómplice y Comparte Nuestro Humor


El nuevo fenómeno televisivo no llega de la mano de dragones, narcos o detectives con traumas, sino de un electrodoméstico tan humilde como letal: la nevera comunitaria. Stranger Tuppers, la serie que ha puesto a medio país a revisar sus fiambreras, combina el suspense sobrenatural con el terror más realista: el de abrir el tupper que olvidaste en el trabajo antes de Semana Santa.

La trama arranca cuando un grupo de amigos descubre que algo acecha en la parte trasera de la nevera de la Asociación de Vecinos de San Gregorio del Azúcar. No es una rata, ni un espíritu, sino un vaho denso y condescendiente que, mediante golpes de condensación, escribe mensajes como “LÁVAME” o “TU DESAYUNO ME ABURRE”. El hallazgo inicial, ya de por sí inquietante, se complica cuando los tuppers empiezan a desaparecer, reapareciendo en un universo paralelo: el Reverso-Frígido.

En ese frío inframundo —un pasillo infinito de baldas de vidrio y luz LED parpadeante— gobierna el Demogorgón, que aquí no es un monstruo humanoide sino una fiambrera de plástico transparente con bisagras oxidadas y un hambre ancestral por carne humana… preferiblemente marinada.

Microondas y traumas de infancia

La serie, dirigida por el debutante Ovidio Malfario, se recrea en los códigos del cine ochentero: bicis con cesta, sintetizadores atmosféricos y personajes que resuelven todo con un microondas y mucha fe. El guion mezcla ciencia de baratillo (“el vaho tiene memoria molecular”) con un subtexto social sobre la falta de cultura de etiquetado de alimentos, que según la ficción es la causa de al menos tres desapariciones al año en el barrio.

Las interpretaciones destacan por un reparto coral de vecinos que parecen seleccionados en la cola de la charcutería. Entre ellos, sobresale Mariluz “la del quinto”, cuya escena de lucha contra un tupper de ensaladilla rusa ha sido descrita por críticos como “el Alien de Ridley Scott, pero con mayonesa”.

Terror de andar por casa

El punto fuerte de Stranger Tuppers es su capacidad para convertir lo cotidiano en pesadilla. No hay susto gratuito: cada golpe de puerta es un compañero que no cierra bien la nevera, cada sombra es una bandeja de fiambre acechando. La fotografía, en tonos fríos y con textura de cámara VHS, refuerza la sensación de estar viendo una cinta encontrada en el trastero de tus padres… junto a un tupper sospechoso.

Los diálogos, plagados de frases como “no abras el del lunes” o “si huele raro, es que ya es tarde”, funcionan como mantras de supervivencia urbana. El guion no teme ridiculizar las manías de oficina: el capítulo cuatro, dedicado a la guerra fría por un trozo de tarta de cumpleaños olvidado, es pura comedia geopolítica.

Crítica, pero con moho

Detrás del disparate, la serie deja un mensaje incómodo: el terror no está en otra dimensión, sino en nuestra incapacidad para asumir la caducidad. Stranger Tuppers no solo parodia a Stranger Things, sino que señala la hipocresía de quienes compran yogures “para toda la semana” y los encuentran dos mudanzas después.

En tiempos de streaming saturado de asesinos y superhéroes, esta propuesta es un soplo de aire (ligeramente podrido) que demuestra que aún se puede innovar con un presupuesto ridículo, un frigorífico prestado y una bolsa de canelones que lleva ahí desde 2011.

Veredicto: Imprescindible para quienes disfrutan de la nostalgia ochentera, el terror absurdo y la sensación de riesgo al abrir la nevera del trabajo. Aviso: después de verla, jamás volverás a confiar en un tupper sin fecha.


Categorías:

Publicaciones Similares